martes, 20 de febrero de 2018

Proceso de ilustración de Duermevela: un camino lleno de hallazgos

Para Ramón París, el reto de ilustrar un libro no consiste traducir un texto a imágenes, sino en transfigurarlo, captar la intención de su autor, crear una narración visual que dialogue con él y a la vez lo complemente.



Duermevela es un buen ejemplo de ello, especialmente en la representación de los personajes y, sobre todo, de la escenografía. En el texto original, de hecho, la niña protagonista no existía, era un zorro; la historia trataba sobre animales, zorros, jabalíes, ardillas... y de un paseo por un bosque, que Ramón imaginaba como los de los cuentos de tradicionales, como un bosque europeo. Sin embargo, a medida que avanzaban los bocetos —que el ilustrador compaginaba con otro proyecto personal—, surgió la idea de ambientar Duermevela en el trópico. Como él mismo dice: «la selva se apoderó de la historia». Aparecen ahí la niña protagonista, su amigo el oso hormiguero, armadillos, peces de colores y toda la exuberancia de un paisaje tropical.







Tras estos primeros bocetos, se fueron perfilando imágenes que, cuanto menos a nivel compositivo, sufrirían pocos cambios a lo largo del proceso. A partir de ahí, el ilustrador realizó a base de tinta china y pincel todos los elementos que conforman las dobles páginas.

«Me gusta trabajar con pincel y tinta porque siempre me genera un poco de incertidumbre; a dónde me llevará la línea, cómo reaccionará el papel. A veces es un trabajo invisible, las líneas se funden con la oscuridad de las escenas y pasan desapercibidas». 

Las imágenes del libro en esta fase, donde todo se expresa a través de la línea, en blanco y negro, son tan bonitas que de por sí podrían haber dado por terminado el trabajo. Pero en la atmósfera de Duermevela, el color tenía también un papel esencial.





El color se aplicó de forma digital. De cara a potenciar los claros y oscuros de la historia, el ilustrador creó distintas brochas de color con una textura similar a la de los pinceles que había empleado, con los que “dibujaría”, línea a línea, los tonos medios de sombras y luces. Con todo ello, el color en Duermevela consigue fundirse con el dibujo a tinta y la textura, rasgos característicos, inconfundibles, en el trabajo de Ramón París.



«Por más que en algún momento puede llegar a desesperarme, buscarle la voz particular a cada cuento me apasiona. Cada historia me habla desde una voz distinta y particular y cada libro me ha hecho explorar maneras diferentes de encontrar soluciones».

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